Tombuctú existe

Si pensamos en ciudades legendarias o fantásticas suelen venir a la cabeza sitios como la Atlántida, Macondo… o de forma figurada hablamos de la Conchinchina… La de hoy suele figurar entre estas ciudades míticas, pero lo cierto es que Tombuctú existe. Se encuentra en Mali (o Malí, se puede escribir y pronunciar con o sin tilde). ¿Y dónde está Mali? Asumiendo que nuestros conocimientos de geografía africana son terribles (me incluyo), lo más fácil es decir que Mali está debajo de Argelia. Si echas un vistazo al mapa de abajo, verás que es uno de esos países gigantes en la mitad norte de África, en pleno Sahel africano. Tombuctú tiene una situación algo especial, y es que se encuentra a medio camino entre el Sáhara bereber y la África negra. Rodeada de desierto como está, siempre ha sido un lugar tan difícil de alcanzar, que le ha valido la fama de mítica. Tanto es así que hasta 1863 Tombuctú aparecía en los diccionarios de inglés como un lugar lejano y misterioso, de cuentos y leyendas.

Música inspiradora para leer la entrada

¿Y allí qué se habla?

El koyra chiini, una lengua songhay de la familia nilo-sahariana que se escribe con alfabeto latino y que se utiliza como lingua franca en las regiones malíes atravesadas por el río Níger (¡cuidado, sólo una g!).

Ok, Tombuctú existe, ¿pero qué la hace interesante?

Aunque ahora no deje de ser (desde el punto de vista occidental) una simple punto turístico en Malí en el que ver unos cuantos edificios de barro, en su momento Tombuctú (Timbuktu en inglés) fue bastante importante. No solo por su localización antes mencionada entre dos culturas y geografías distintas, sino también por ser un importante centro intelectual. Desde aquí se contribuyó enormemente a la expansión del islam por África, y además su universidad se contaba entre las más prestigiosas (sí, por muy a broma que suene decir “me licencié en la Universidad de Tombuctú”). De hecho, fue una de las primeras universidades del mundo, y en un momento de la historia (en el siglo XIV) llegó a ser la más grande del mundo. Su biblioteca llegó a ser comparada incluso con la mítica biblioteca de Alejandría. Eso sí, hay que decir que la mayoría de estudios estaban relacionados con el islam y la religión, aunque llegó a haber ciencias como las matemáticas o la geometría. Hoy, con el nombre de universidad de Sankore, este centro está muy desprestigiado comparado con lo que fue, aunque sigue siendo un importante foco de propagación de cultura islámica por África.

Pero mi parte favorita de Tombuctú es su descubrimiento europeo. Durante siglos la entrada a la misteriosa ciudad estaba vetada a no musulmanes. Te puedes imaginar la intensa curiosidad que tenían los colones europeos en África en pleno siglo XIX sobre cómo demonios era la ciudad. Si dicen que la curiosidad mató al gato, también se cepilló a Alexander Gordon Laing, un escocés al que realmente le escocía no saber qué había dentro de la mágica Tombuctú. En 1825 emprendió un viaje para colarse en la ciudad perdida, partiendo desde Trípoli a camello y atravesando todo el Sáhara. La tarea no parecía fácil: veinte años antes otro escocés de irritante nombre, Mungo Park intentó lo mismo junto a con un equipo de 46 personas, y jamás se les volvió a ver el pelo. Alexander salió con un pequeño grupo de gente que le dejó tirado a medio camino. Acompañado tan solo por algunos mercaderes que encontró por el camino, la travesía le llevó meses, y por las cartas que enviaba a Trípoli, los grupos de bandidos que encontraba eran numerosos, y sus actos, horribles. Además la sed y las temperaturas de 50ºC eran infernales.

Cuando aún le quedaban algo más de 600 km para llegar a Tombuctú, Alexander sufrió un despiadado ataque: la banda de Seikh Babani le pasó por cuchillo hasta 24 veces, le arrancó una mano, le rompieron 3 dedos y un brazo, tenía cortes graves en la espalda y cuello, una oreja partida por la mitad, la mandíbula rota, 3 cortes en la cabeza que le astillaron el cráneo, un balazo en la cadera, y tajos en los brazos y en una de las piernas. Con el cuerpo literalmente a jirones, aún pudo recuperarse y llegar a la ciudad oasis de Azaud, donde tardó 3 meses en recuperarse. Para colmo de males, cuando ya se sentía decente para continuar, pilló disentería. Yo me hubiera vuelto ya a mi casa, pero Alexander se recuperó de esta también y por fin llegó a Tombuctú en 1926.

Allí estuvo 35 días, y decepcionado (la ciudad ya no era tan gloriosa como antaño) y amenazado por no ser musulmán salió corriendo en dirección a Marruecos. El mismo guía que se ofreció a sacarlo de Tombuctú lo despedazó una noche pocos días después de salir de la ciudad. Todo lo escrito y aprendido en 35 días fue quemado y perdido para siempre.

René Caillie esto no debió de asustarle, ya que pensó que si los ingleses no conseguían entrar y documentar Tombuctú, Francia sería la primera en hacerlo. En 1827, con toda su cara de franchute consiguió entrar en Tombuctú disfrazado de egipcio. Se convirtió así en el 2º europeo que consiguió entrar en la ciudad. Eso sí, un blanco disfrazado de negro en esa época no debía verse muy realista, y enseguida se dio cuenta de que estaba levantando sospechas, por lo que sólo duró 2 semanas en Tombuctú. René consiguió documentar todo lo que vio y llegar a casa vivo, lo que le valío el reconocimiento de la Sociedad Geográfica de París. Pero por no faltar a la maldición de Tombuctú, murió a los pocos años por una enfermedad contraída en África.

Las otras amenazas de Tombuctú

Una de las más llamativas características de Tombuctú es que está construida enteramente de barro. Viendo las fotos uno pensaría que aquí llueve una vez cada doscientos años, pero lo cierto es que de vez en cuando hay inundaciones, más a las afueras de la ciudad que en la propia ciudad, pero aun así, las consecuencias son terribles. En Tombuctú, porque todo se convierte en un barrizal impresionante, la tierra prometida de cualquier cochinillo; y en las afueras, todo se queda encharcado, bloqueando las rutas de abastecimiento y la comuncación con todo lo que queda fuera.

Para que te hagas una idea del movimiento de arena en Tombuctú, es común tener que agacharte cuando entras a una casa, ya que el nivel de arena en la ciudad ha ido en aumento y éste queda ya por encima del suelo sobre el que se empezó a edificar.Además hay que contar también con el viento, que no es un viento cualquiera, ya que tiene hasta nombre propio. Harmattan. Cuando Harmattan dice de soplar, se arma la de San Quintín. La fuerza de este viento puede llegar a ser tal, que se ha encontrado en ocasiones arena de Malí en Norteamerica. ¡EN NORTEAMÉRICA! Como te puedes imaginar, la arena se levanta en densísimas capas que además se comen la escasa vegetación de Tombuctú, destruyen los mismos monumentos de la ciudad y hasta llegan a tapar el sol, creando un ambiente naranja oscuro. Los efectos son devastadores, tanto físicamente como en económicamente: las pérdidas en reconstrucciones y en aerolíneas son millonarias. Si además el Harmattan se junta con la época de monzones, festival asegurado: aparecen tornados que a su paso barren todo lo que encuentra. Recuerda que la ciudad es de barro.

La parte positiva de todo esto, es que tanto las lluvias como el viento traen un soplo de frescura a Tombuctú, ya que de otra manera el calor es de espanto: la temperatura MEDIA anual es de 37ºC, así que el turismo suele llegar entre noviembre y febrero, que es cuando más fresquito se está (32-33ºC). De hecho, uno de los mayores problemas de la ciudad es el riesgo de desertificación.

Viajar a Tombuctú

Afortunadamente ya no hace falta atravesar el desierto del Sáhara en camello como Alexander Gordon. Hoy podemos entrar en Mali por avión aterrizando en Bamako, la capital del país desde los 500€ i/v con AirFrance. Una vez allí tienes varias opciones para llegar a Tombuctú:

  • Tierra: Desde Bamako coges un autobús que te deja en Mopti, la capital turística de Mali, y una vez allí buscas a alguien que te lleve en 4×4 a Tombuctú (la carretera desaparece). Son 10 horas de viaje desde Mopti, por lo que es bastante cansado. Algunos tienen aire acondicionado.
  • Mar Río: Una opción más relajada es bajando por el río Níger desde Mopti y viendo diferentes aldeas entre medias. Son varias noches de recorrido, y básicamente vas en una barcaza con un capitán y otras personas con las que compartes. Aunque suene muy relajante, no son barcos, sino piraguas gigantes, por lo que la estabilidad y seguridad del transporte te gustarán según lo aventurero que seas. ¡La buena noticia es que no hay pirañas! El precio se negocia con el capitán de cada barco, pero se recomienda compartir con otros viajeros.
  • Aire: No hay página web (o al menos no la he encontrado), pero Mali Air Express opera vuelos entre Tombuktú y Mopti o entre Bamako y Mopti para aquellos que quieran rapidez y un desembolso mayor de dinero.

Si hay algo que merece la pena visitar en Tombuctú, es la Mezquita de Djingareyber (¡construida por un granadino!), que además es Patrimonio de la UNESCO. Forma parte de la Universidad de Sankore, y es la única mezquita de la ciudad que permite el acceso a no musulmanes. Realmente el atractivo de la ciudad reside en gran parte en esta mezquita y en el haber llegado hasta aquí, ya que no hay mucho más. Tienes el Grand Marché para las compras, y algún que otro tour al desierto y a asentamientos tuareg. Por cierto, antes de que pegues el susto allí, asústate aquí: comen gato, por lo que no te escandalices cuando los veas muertos y colgando de un tendedero.

Algo a tener en cuenta es que lo mejor es esperar unos años para visitar Tombuctú, ya que recientemente ha habido rebeliones tuareg con ataques terroristas y secuestros de turistas. En estos ataques algunos de los monumentos más importantes de Tombuctú han sido dañados seriamente, y aunque países como Francia han intervenido para normalizar la situación, sigue habiendo riesgo. En 2012 el grupo islamista Ansar Dine destruyó 6 centros religiosos por completo e hizo un llamamiento a destruir todo monumento impío (literalmente). En teoría hay una paz firmada en 2015, pero es recomendable esperar a ver qué pasa, ya aún hay ataques puntuales.

Sea como sea, si has ido o tienes pensado ir dentro de poco y tienes algúna historia o anécdota que contar, ¡cuéntala en los comentarios! Y si te ha gustado el artículo ¡no te olvides de compartir! 🙂

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *