Mochilero Trotamundos

Estar en España y Francia a la vez: el curioso caso de Llivia

Suena raro. Muy raro, la verdad, pero lo cierto es que en uno de esos caprichos geográficos del mundo, uno puede encontrarse en España y en Francia a la vez. Y no me refiero a irte a la frontera y poner una pata en cada país, o saltar de uno a otro como un maníaco multiplicando tus visitas. No. Hablo de pisar un solo territorio y estar en 2 países a la vez. Pero ahí no acaba lo raro. Se trata de un sitio en el que Francia queda al sur de España. Deja de mirar el calendario, esta vez no estoy escribiendo ninguna inocentada, ni tontunas de aprilsfoolsday, ni nada por el estilo. Estoy hablando de Llivia.

En dos países a la vez

¿Cómo es posible todo esto? ¿Qué regla lógica se está rompiendo? Ninguna, la clave está en los exclaves. La explicación para dummies de qué es un exclave es muy simple: es como cuando te dejas un libro o una peli en casa de tu expareja. Es tuyo, pero está en otro territorio. Pues esto igual, pero con trozos de tierra.

En este mapa perfecto para explicar lo que es un exclave, A sería Francia, y B España. C es Llivia, un trozo de España en medio de Francia. O lo que es lo mismo, un exclave de España en Francia (o enclave de Francia).

Luego, si Llivia es España, y Llivia está en Francia, tú también puedes estar en España Y en Francia a la vez. ¡Tadán! Además se da el hecho de que para salir de Llivia e ir al resto de España hay que pasar obviamente por Francia… que queda al sur.

Y ya, como pura curiosidad, desde Llivia puedes ir caminando hasta dos pueblos franceses de nombres, cuanto menos, intrigantes: Err y Ur.

Lo más curioso de Llivia

Dada la peculiaridad de esta localidad (que en realidad pertenece a Gerona), no es difícil encontrarse con unos cuantos datos cuanto menos curiosos.

Lo primero, el sitio no es más que un punto diminuto en el mapa: apenas 13 km cuadrados y 1500 habitantes. Se podría decir que Llivia no es más que un pueblo, pero ojo, no lo es. Se trata de una villa. Pensarás que qué más da, pero el hecho de que Carlos I la nombrara villa cambió el rumbo de su historia.

Vamos a situarnos. Siglo XVII, guerra de los Treinta Años, España y Francia hablando a tortazos y cañonazos. Nada nuevo bajo el sol. Los españoles perdemos y en 1659 nos toca firmar tratados, ceder terrenos, y todas esas cosas. La conversación, muy de picaresca española, debió de ser algo así:

Francia: – Pueees… me vas a dar… todos los pueblos que tengas en la comarca del Vallespir.

España: – Bueno, va, si con esto hacemos las paces…

– ¡Ah, y espera, espera! La Alta Cerdaña, que mira qué bonico es todo esto. Esto también para mi.

– … Venga… vale… ¿y ya firmamos, no?

– (Francia se queda mirando las comarcas del Capcir, el Conflent y el Rosellón…)

– (España carraspea)

– Qué coño, me vas a dar todos los pueblos que tengas en la regiones anteriores y en el Capcir, Conflent y Rosellón.

– ¡…! ¡Pero…!

– Fermez ta gueule! ¡Y firma!

– (firmando…) ¿Sí? Pues que sepas que este sitio de aquí, Llivia, no es un pueblo, es una villa, así que este no cuenta y me lo sigo quedando yo.

– (Riéndose) Villa, pueblo (village en francés), pueblo, villa. Pero si es lo mismo.

– No, no, no, ahora no me vengas con tus mierdas, haber usado una palabra más general. Aquí tengo la declaración oficial de Carlos I diciendo que de pueblo nada, que Llivia es una villa. UNA VILLA. ¿Querías pueblos? Toma pueblos, pero la villa me la sigo quedando yo.

Así las cosas, Francia no tuvo más remedio que aceptar, y así es cómo Llivia pasó a ser una isla española en medio de Francia. Como te puedes imaginar, si ya de por sí los españoles y franceses tenemos nuestros tira y aflojas, con esto la diversión estaba garantizada, como veremos ahora.

La cosa es que Llivia se quedó como española, pero no se delimitó oficialmente sus límites hasta 1866. En este tratado (de Bayona) se específicó además que el camino que une Llivia con el resto de España (Puigcerdà es el pueblo español más cercano) era de libre tránsito. Ojo, que volveremos a esto, pero hay que contar un par de anécdotas que vienen antes cronológicamente.

Llega la guerra civil española, ganan los franquistas y se disponen a ocupar el territorio. Claro, suben hasta Puigcerdà y ven que no pueden tomar Llivia, ya que Francia está en medio, estorbando. El gobierno de Franco tuvo que pedir permiso a Francia para poder ocupar territorio español. Llivia no ofreció resistencia pese a ser republicana.

Llega la segunda guerra mundial y Hitler se merienda a los franceses en lo que dura un capítulo de los Simpsons. Pero Adolfo no dormía bien pensando que había un pequeño agujero pre-republicano español en Francia, cual Gruyère. Por eso mismo, pidió a Madrid el envío de policía para tener la zona controlada. A un pueblo (perdón, ¡villa!) de por entonces 700 habitantes se enviaron… ¡hasta 100 policías! Imagínate el ambiente que debía haber por entonces.

Pero bueno, todo eso ya pasó, y ahora nos vamos a los 70, donde tuvo lugar una épica batalla hispano francesa.

La guerra de los stops

La carretera que une Llivia con Puigcerdà es española, por lo que no hay que cruzar frontera alguna, pero a los franceses se les ocurrió la genial idea de construir otras dos carreteras que cortan en perpendicular a la española. Nada de especial, si no fuera porque pusieron sendas señales de STOP únicamente en el lado español. Es decir, para ir de Llivia a Puigcerdà o viceversa en una carretera española, tenías que pararte ante el tráfico francés.Efectivamente. Probablemente mi guerra favorita. Cruenta y despiadada, aquí donde la ves, esta guerra terminó hace relativamente poco. Pero antes de seguir recomiendo leer esta parte con esta música.

¿Por qué tenemos que pararnos nosotros en una carretera española que va a territorio español si además tenemos libre circulación (recuerda, Tratado de Bayona)pensamos los españoles. Así que en una villa que, según la leyenda, fue fundada por Hércules, allá que fuimos a arrancar los stops¡Faltaría más! Los franceses, por supuesto, los volvían a poner. ¿Cómo crees que respondimos nosotros? ¡Qué pregunta, pues volviéndolos a arrancar! Y así, una y otra, una y otra, una y otra vez en un bucle infinito.

En los 80 decidimos que ya estaba bien de tanto cachondeo, y construimos un puente en uno de los stops, permitiendo así que nadie parara ante nadie. Eso sí, no sé cómo nos las arreglamos, pero enredamos a los franceses para que ellos pagaran el mantenimiento del puente. Francia por su parte, viendo nuestras buenas intenciones… cambió el segundo STOP de lugar y lo puso en el lado francés de la carretera, con lo que entonces enfadó a miles de franceses.

En 2001, señores, ¡EN 2001!, Francia cambió el dichoso STOP por una rotonda para que todo el mundo estuviera contento. Fue así como terminó la ¿última? batalla entre los que compartimos Pirineos (hola Andorra, me he olvidado de ti).

¿Y yo qué puedo hacer en Llivia?

Pues aunque Llivia está llena de curiosidades, como puedes ver, la villa en sí no ofrece una amplia oferta turística. Normal, si pensamos que no deja de ser un lugar muy pequeño. Una mañana es suficiente para ver Llivia en sí. El pueblo es el típico pueblo (sí, villa, ya lo sé) bonito y pirenaico que ofrece, eso sí, montones de excursiones por los alrededores. Si te gusta el turismo de montaña o el esquí, desde luego en Llivia no lo vas a pasar mal. También hay restaurantes y hoteles, pero recuerda que hablamos de una localidad de 1500 habitantes.

Como curiosidad, (y van…) se dice que en Llivia se encuentra la farmacia más antigua de Europa. No sé exactamente en qué se basan quienes lo dicen, porque en Tallin (Estonia) está la Raeapteek, abierta al menos desde 1422, mientras que la farmacia de Llivia (Farmacia de Esteva) oficialmente es del 1594. Tampoco sé en qué se basan para decir que la de Tallin es la más antigua de Europa, porque en Dubrovnik (Croacia) está la Botica de Dubrovnik (me encanta cómo suena), abierta, que se tenga constancia, desde ¡1317! Pero bueno, que cada uno barre para su casa, y que si te gusta el turismo farmacéutico (¿?) en Llivia podrás disfrutar de una antiquísima farmacia convertida en museo.

¡No te olvides de compartir el artículo si te gustan las historias como esta!

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *