Ahora sí que sí, volvemos a nuestra tónica habitual de hablar de esos sitios tan especiales que podemos encontrar en este nuestro planeta, que diría Juan Cuesta. Y el de hoy es un lugar especial, por lo remoto y desconocido, del que casi todo el mundo ha oído hablar, pero del que realmente nadie sabe nada. Suena a nombre de club o chiringuito de playa, pero las cosas como son: viajar a Samoa es mucho más que eso.
Y eso que es chiquitica chiquitica, que parecen dos mitades de un cacahuete flotando en medio del océano si miramos cualquier mapa. Para que te hagas una idea, en toda la comunidad de Madrid te casi caben 3 Samoas. O dicho de otro modo, es algo más grande que Luxemburgo, pero poco más. Si además tenemos en cuenta de que se sitúa a medio camino entre Hawaii y Nueva Zelanda, escondida entre otras tantas mil y pico islas que forman Polinesia (no olvidemos que Polinesia significa muchas islas, nombre pragmático como pocos), ¿quién se iba a fijar en este diminuto país?
Me voy a centrar en la Samoa independiente, anteriormente conocida como Samoa Occidental, para desmarcarnos de la Samoa americana. Hago la diferencia porque no es lo mismo Samoa que Samoa americana. La primera es un país independiente, la segunda es un territorio estadounidense (sin incorporar, es decir, no es un estado).
Grosso modo, Samoa son 2 islas principales (Upolu, donde se encuentra la capital Apia; Savaii) y la diminuta pero también habitada Manono. El resto son islotes más orientados a sacar provecho turístico que otra cosa. Pero que no os confunda lo que acabo de decir. Gran parte de la magia de Samoa es que es increíblemente salvaje, en cuanto al reducido número de turistas e infraestructuras turísticas se refiere. En todo el año, Samoa recibe unos 125.000 turistas, de los cuales casi el 85% vienen de Nueva Zelanda, Australia, Samoa americana, y otras islas pacíficas. Y esto se traduce en que europeos, bien poquitos, y te puedes imaginar de dónde son la mayoría. Para que te hagas una idea de cuánto son 125.000 turistas al año, es menos de lo que recibe un país tan poco visitado como Nueva Zelanda en su mes menos visitado (mayo – 175.000 en 2014).
¿Y EN SAMOA QUÉ SE HABLA?… ¿SAMOANO?Tenemos entonces un país poco preparado (o muy dejado) para el turismo, y en el que todo funciona a la vieja usanza. Olvídate de reservar por internet, y considérate afortunado si puedes contactar aunque sea por email. Las cosas se hacen por teléfono. El lado bueno es que al no haber casi turistas ni reservas, tampoco cuesta improvisar alojamiento, coche de alquiler, o lo que quieras.
Que no te dé miedo hablar por teléfono con los samoanos, ya que la práctica totalidad habla inglés. Otra cosa es que no sepas tú inglés, en cuyo caso, oh ya lo creo, empieza a temblar. Sin embargo el idioma oficial es el samoano, como era de esperar; un idioma malayo-polinesio emparentado con casi todo lo que se habla en el pacífico: desde el hawaiiano al indonesio. Si no tienes ni papa de inglés, igual te conviene aprender samoano de supervivencia, ya que las lenguas polinesias tienen la fama de ser de las más fáciles de aprender. Ya sea por su pronunciación o por su tan simple gramática, no es una opción nada desdeñable. En serio. A los samoanos les encantará vértelas y deseártelas con su idioma.
DEL CALORAZO QUE HACE, LO NECESARIO Y LO INNECESARIO PARA SOBREVIVIR
Ah, casi se me olvidaba. A no ser que duermas bien al son de los ladridos y kikirikís cojoneros de los gallos, llévate tapones para los oídos. Especialmente en Apia. Fuera no encontrarás más ruido que el del océano (que realmente es muy ruidoso y hay a quien le molesta(!)), pero en Apia canta un gallo cada 4 segundos de madrugada. No tengo fuentes, pero lo comprobé de primera mano de 4 a 6 de la mañana. Cada 4 segundos de reloj.Una de las primeras cosas que llama la atención cuando llegas a Samoa es el calor húmedo que hace (aparte de la bienvenida al aeropuerto que te hacen 3 o 4 pobres samoanos cantando y tocando el ukelele en un bucle infinito) . Si has estado alguna vez en zonas medio tropicales sabrás de lo que hablo. Da igual que sea verano o invierno, día o noche, las temperaturas están siempre entre 24 y 30 grados. Siempre. De hecho, allí no existen los conceptos de verano o invierno, sino tan sólo dos estaciones: temporada seca y temporada húmeda (de noviembre a mayo). Dicho esto, si vas a ir, olvídate de mangas largas. Si acaso una fina puede ser útil para las noches lluviosas más frescas, o para no provocar tanto a las hordas de mosquitos que pueblan las islas. Lo cual me lleva a un imprescindible: el repelente de insectos. Debe haber más mosquitos en Samoa que personas en la Tierra. Si bien estos no van tan cargados de enfermedades como los all-in-one de la India, sí que hay una ligera probabilidad de contraer dengue. Y bueno, qué demonios, que a nadie le apetece ser acribillado (en la isla norte, Savaii, llegué a recibir más de 15 picaduras en un minuto). Otra apuesta segura son las chanclas. Olvídate de las botas de trekking, aquí todo se hace en chanclas, hasta el senderismo. Yo soy de los que odia ir en chanclas por ciudad o de viaje (manías, serán), pero terminé sucumbiendo. Déjate las botas o zapatillas en casa, por el bien de la transpiración y de la economía de peso en la mochila.
¿GENTE O GENTUZA?
Si te digo que los samoanos son super hospitalarios pensarás: venga, ya está este utilizando el tópico que se utiliza con prácticamente cualquier pueblo del mundo. Pero no puedo dejar de decirlo. Precisamente por el poco turismo que tienen, ver un turista es para ellos todo un acontecimiento. No te digo nada si además no eres ni kiwi ni aussie. En cuanto sales de la capital, la práctica totalidad de la gente se te queda mirando, unos con cara de asombro, otros increíblemente contentos y acompañando la sonrisa de un saludo (siempre en inglés, hiii!). Incluso si vas conduciendo, todo el mundo te reconocerá como guiri y te saludará solo por el hecho de serlo. En una ocasión, en Lufilufi, un grupo de samoanos que estaban haciéndose una barbacoa nos vio comiendo un triste bocadillo y sin mediar palabra un chico nos dejó un plato enfrente con un muy generoso trozo de pollo con algo que parecía salsa barbacoa con miel, salchichas y plátanos fritos.
En general son todos muy curiosos, sobre todo cuando les dices que no eres ni neozelandés ni australiano. Entonces se quedan con el culo torcido y no parecen entender qué haces allí tan lejos de todo. Al decir que era de España, la mayoría se ponía a hablar de crisis y preguntaba sobre Grecia (?), y otros, en la Samoa más profunda, simulaban conocimiento:
– Where are you from?
– From Spain
– Aaah, Smain…
Una de las cosas más increíbles de Samoa es lo anclada en el tiempo que está, y la pobreza de la gente. El país no deja de ser un pueblo gigante, y un pueblo por el que el tiempo no ha pasado: se trata más bien de aldeas, muy cerca unas de otras, en las que nose ve más que fales (las construcciones de palmera típicas de Samoa, como las que ves en la foto que da título a este artículo), gente en la calle y montones animales de granja. Cerdos, gallinas, vacas, caballos, … todos están por todas partes, y además sueltos. Me faltan dedos en una mano para contar las veces que se cruzaban en las carreteras; y como persona de ciudad, me llamó mucho la atención ver todos estos animales campando a sus anchas (algunos caballos sí que estaban atados). Con los únicos animales con los que hay que tener cuidado son, qué cosas, los perros. Samoa está infestada de perros callejeros de los cuales más vale alejarse. Por el día no debería pasar nada, pero por la noche se aconseja fuertemente no salir de los pueblos, ni pasear mucho por ellos (ni siquiera en Apia), o te verás con una jauría detrás, en ocasiones muy violentos. Yo no tuve mayor problema que uno que me siguió hasta el fale y osó robarme y zamparse una caja de cookies recién comprada que tenía dentro (no dejó ni una el gordaco), pero hay quien sale a la calle con palos o paraguas puntiagudos por si acaso. Otras postales típicas: Niños jugando en la calle, o incluso trabajando desde pequeños y ayudando a sus padres en tiendas, transportando mercancías, etc…; las carreteras sin apenas coches (cada aldea tiene sólo una carretera que la atraviesa; lo demás es césped, ni siquiera existen las calles, ni las aceras)… todo parecía como (me imagino) era nuestra sociedad hasta no hace tanto tiempo.
No puedo dejar de hablar de la gente sin hablar de un problema gordo (ak ak ak!). Y es que otra cosa bastante llamativa es… la obesidad de la gente. Según las fuentes, entre un 50 y un 80% de la población samoana son obesos. Mother of the lamb! Si pensabas que EEUU lideraba el ránking, que no te la den con queso, Samoa anda muy por encima. En realidad la estadística da igual, basta darse una vuelta por allí para comprobar que casi todo el mundo es muy, muy, muy grueso en las 3 dimensiones, por decirlo de alguna forma. Una de las explicaciones es la pésima dieta que llevan: muchísima carne, muchísima comida basura (por lo barata) y aún más bebida de cola que me niego a publicitar, sumado a una genética que absorbe grasas muy rápidamente por si hay épocas de escasez hacen que lo raro allí sea no ser obeso (y es verdad, son una minoría). La otra razón es que ser grande es señal de estatus y hasta de belleza, por lo que no tiene el estigma que vemos nosotros desde nuestra perspectiva occidental. Un estatus muy místico, pero cuando tienen que volar en avión las azafatas van repartiendo extensiones del cinturón de seguridad porque, en Virgin Samoa muy pocos cierran (¡verídico!).Sobre lo que he dicho de la pobreza, no lo digo como algo negativo. Samoa es un país en donde la gente no tiene, pero por los motivos que sean, tampoco necesitan. Unos lo verás como ser pobres; otros, como ser ricos: de hecho, son increíblemente risueños y tienen un carácter bastante alegre. Eso los diferencia, y mucho, de la pobreza de India, en donde la felicidad no se lee en la cara de casi nadie. En Samoa, el carácter de la gente es más dicharachero, oceánico, más de playa, y el samoano se ríe bastante. Donde sí se nota la falta de dinero es en la educación: en una escuela a la que entramos en Mutiatele nos dijeron que por falta de profesorado los niños no estudiaban ciencias. Como nota curiosa, sí que estudiaban agricultura.
Recopilar toda la información sobre este diminuto país me ha llevado irónicamente una cantidad de palabrería gigante (¡casi 4000 palabras!), por lo que he decidido hacer dos entregas de Samoa. Continuamos en la segunda parte con curiosidades de las islas, así como consejos sobre cómo viajar a Samoa y moverse por allí.
AY, ESTOS SAMOANOS…
Samoa es como ese amigo tímido que nunca hace ruido pero de cuando en cuando le da por hacer cosas extrañas. Una de ellas es cambiarse de lado con respecto a la Línea de Cambio de Fecha. Hasta hace no mucho Samoa estaba al este de la Línea, esto es, era uno de los últimos (¡gracias al lector emetect por la correción!) países en acabar los días (cuando en España llegaba Año Nuevo, Samoa estaba todavía en Nochevieja). En 2011 decidieron que no, que ahora iban a estar al oeste, pasando entonces a ser uno de los primeros países en empezar cada día (cuando en España es Nochevieja, en Samoa ya están en Año Nuevo). Este cambio de posición respecto a la Línea se hizo el 30 de diciembre de 2011, por lo que en realidad ese día nunca existió para ellos. Del 29 se pasó al 31 automáticamente. Y lo gracioso es que no fue la primera vez que cambiaron. Ya en 1892 dieron el salto contrario, esta vez repitiendo dos días del calendario: el 4 de julio precisamente. Las razones, en ambos casos, tienen que ver con quién se juntaban en cada momento (Estados Unidos primero, Australia/NZ después) y con concordancia de horarios y calendario con dichos aliados.
Otra rareza es que el límite de velocidad permitido en la carretera es de 55km/h. Al principio choca que el máximo sea tan bajo, pero a poco que empieces a conducir por allí, por el bien de los riñones y de tu culo verás que la idea no es tan descarada. El asfalto es lo suficientemente irregular como para que el cuerpo no te pida ir más rápido, y la probabilidad de atropello es bastante alta (animales y niños corriendo de un lado al otro cada muy poco), por lo que al final uno se acostumbra a ir paso de tortuga. Total, los paisajes son increíbles, y así se disfruta del fa’a samoa (tranquilo modo de vida samoano). ¡Por cierto, que conducen por la izquierda!
VIAJAR A SAMOA (O POR SAMOA)
Si vas a viajar a Samoa, algo que debes tener en cuenta es que vas a estar rodeado de gente MUY religiosa, más específicamente cristiana (98% de la población). Esto significa dos cosas: una, que los domingos son días sagrados, y que absolutamente todo cierra. Y esta gente se lo toma muy en serio. Con absolutamente todo incluyo gasolineras, por si te pilla en coche. Tan serio es que, se dice, se comenta, que en algunos pueblos no te dejan ni entrar, ya que es un día para no hacer nada, ni siquiera turismo. A mí no me pasó, pero sí me quedé sin gasolina. ¡Coge provisiones el día anterior!
Hablando de provisiones. Hazte con todas (¡Po-ké-mon!) en Apia, que fuera no vas a encontrar ná de ná. De vez en cuando por la carretera hay algún puestecillo (literalmente hecho con cartones o láminas de PVC) en el que te ofrecen una barbacoa por 3 míseros euros, o alguna pizzería super aleatoria en medio la nada, en la que puedes tomar algo caliente. Por lo demás, encontrar comida en Samoa es lo más parecido a encontrar comida en una isla deshabitada. En pocas líneas, comer fuera supone: a) comer en un resort, o b) comprar bolsas de patatas y galletas en un chiringuito.
Y ya que estamos, la comida me pareció una mierda pinchada en un palo un punto negro en Samoa. Como ya he dicho antes, aquí la gente no come muy bien, y yo no me iba a librar por guiri. En general se reduce todo a carne de pollo o cerdo, coco y taro. Cualquier combinación que se te ocurra con estos ingredientes es válida; cualquier otra combinación era la del siguiente, y así. Un día comíamos pollo con salchichas de cerdo y salsa de coco, al siguiente era pechuga de pollo con coco y taro hervido , etc… Incluso si vas a un “restaurante”, todo lo que encuentras es eso, o comida europea (pasta, hamburguesas, …). Es decir, apenas hay nada auténticamente samoano, salvo el palusami, que es salsa de coco con hojas de taro (¡oh vaya, qué sorpresa!). En este sentido me sorprendió que tratándose de una isla diminuta en medio del maldito océano más grande del planeta apenas hubiera pescado. Si no hay pescado en una isla yo me bajo del mundo (hola Nueva Zelanda). Lo único decente se encontraba en el mercado de pescado de Apia donde, la verdad sea dicha, hacen el mejor fish&chips del mundo, con un pescado sabroso de verdad (parecido al atún), y barato.
Si lo que quieres es flexibilidad, alquilar un coche es lo mejor. No es que abunden las compañías de alquiler, pero para un país en el que todo existe en cantidades muy pequeñas no es difícil encontrarlas. En general salen a unos 30-40€ el día según compañía y modelo de coche, y la gasolina está a precios españoles (o lo que recuerdo que eran los precios allí a finales de 2014). Sin duda la mejor opción, ya que fuera de Apia todo lo que hay son pueblecitos de 20-50 habitantes: sin infraestructuras ni nada, ni internet, ni otras compañías de alquiler; por lo que moverte sin coche supondría rezar porque pase un autobús por allí, llamar a un taxi y esperar a que venga desde Apia, o ir a dedo. Por no haber no hay ni gasolineras apenas. En todo el sur de Upolu no hay ni una, y para repostar hay que irse a Apia o cerca de Mulifanua. Ídem en Savai, con 3 ó 4 gasolineras en toda la isla. Pero que no te engañe el tamaño de las islas en el mapa: puedes ir de la punta más lejana a la otra y volver sin repostar por lo menos 4 o 5 veces. La islas son realmente pequeñas.En cuanto al transporte, depende del itinerario, de los días que tengas, y de tu paciencia, es mejor una opción u otra. Si no vas a estar mucho tiempo, y no vas a ver mucho más que Apia y alrededores, lo mejor es tirar de transporte público. La ventaja es el precio, y las desventajas… son cuestión de perspectiva. Coger un autobús se convierte en una experiencia curiosa: se llenan hasta los topes (y recordemos que los samoanos no son precisamente Peter La Anguila), no tienen aire acondicionado, y además no tienen horarios. Por lo que si tienes prisa por llegar a algún sitio, olvídate. Además, es costumbre entre samoanos ofrecer o sentarse en el regazo de otros, por lo que si estás de pie, que no te extrañe demasiado que un hombre o mujer te ofrezca sentarse sobre sus rodillas. No hay que considerarlo una ofensa, allí es de lo más normal, pero claro, puede llegar a ser incómodo de cuyons, más con los bachecicos que hay. El taxi tampoco es muy descabellado, por lo barato (recuerda acordar el precio antes) y por las distancias tan cortas en la isla. Si vas a ver 3 o 4 puntos de la isla solamente, sin explorar, no es mala idea. Verás que el mismo taxista, una vez que te deja en tu destino te ofrece su número de teléfono por si lo vas a necesitar otro día. Son capaces de ir de una punta de la isla a otra para llevarte.
Y Apia. ¡Qué decir de Apia! Le voy a dedicar más palabras que cosas hay que ver, pero desde aquí quiero decir: si vienes a Samoa no te quedes solo en Apia. Nunca, Jamás. No te dejes engañar por los planfletos del aeropuerto en los que te hablan de la “vibrante vida nocturna” de la capital (yo estuve viernes y sábado y no hay ni un alma), o de su rica gastronomía (10 restaurantes tirando muy por lo alto, la mayoría con comida italiana (WTF??)). A Apia hay que ir para comprar comida en el único, e increíblemente vacío, supermercado del país, ver los mercados de fruta y pescado para seguir pillando aún más comida, y visitar Palolo Deep Reserve, un sitio para echar la tarde (o la mañana, dependiendo de la marea) haciendo snorkel del bueno, con aguas azules, peces coloridos y corales. Si eres un poco friki de la literatura puedes visitar la casa/museo de Robert Louis Stevenson (pero que ni siquiera está en Apia en sí, sino en las afueras, al sur), ya que el hombre se vino aquí a pasar sus últimos días. Por lo demás, más allá de ver los quehaceres de los samoanos en su única ciudad y de asombrarse por lo pequeño de la capital, no hay más que hacer o ver.
A propósito de los precios, Samoa es una isla que está totalmente poseída por familias. Con esto me refiero a que cada trozo de tierra tiene un dueño, un matai, al que tendrás que pagar una cantidad simbólica por hacer uso de ella. ¿Qué quiere decir esto? Cuando pares en algún sitio verás que casi siempre se te acerca alguien. Es el matai o alguien relacionado con él, que sin mediar otra palabra te dirá five tala (5 dólares samoanos, 1’66€). El asunto va de que como casi no hay turismo, el poco que hay ha de contribuir a la manutención del lugar que esté visitando. Por lo que ir a una playa, ver una catarata o irte de picnic a un lago conlleva un pequeño pago por persona. Has leído bien, ir a la playa cuesta dinero. Como ves, la cantidad no es muy alta (asegúrate de llevar siempre billetes pequeños o monedas), pero para disfrutar de toda Samoa tendrás que dar por hecho que un porcentaje se te irá en “manutenciones”. Normalmente son 5 tala (se llama tala porque es la transliteración en samoano de la palabra dólar), pero las atracciones más turísticas, como To Sua Ocean Trench son 20 talas (6’7€).Acabamos con los precios. Samoa no es tan barata como pueda parecer, al menos no como turista. Comprar comida básica en (el) supermercado es relativamente barato (precios algo superiores a España), pero a poco que quieras alguna pijadilla (ostras es que estas galleticas saladas me encantan) o alguna tontuna innecesaria el precio se dispara, ya que casi todo es importado. Por otro lado, a la hora de dormir, o duermes en resort o en fale. Esto es, no hay albergues, y pasar la noche en Samoa te va a costar como muy poco 25€ por persona (en un fale). Eso sí, si lo piensas, está muy bien de precio si tienes en cuenta que estás en primerísima línea de playa, y que casi siempre se incluye desayuno y cena. Por lo demás, siendo cauto y moviéndote como los locales, no deberías llevarte ningún susto. Ir de una punta a otra de la isla en taxi puede salir a 10-15€; menos, si vas acompañado. Cruzar de Upolu a Savaii o viceversa son 4€, y llegar a cualquier otra isla pequeña debería ser aún más barato (tienes que pedir a los locales que te lleven), a no ser que caigas en las trampas para turistas en las que te cobrarán más del doble.