Atenas a través del gusto: 10 sitios para comer y no querer irse

Aaaah, Atenas, qué gran sorpresa has sido. He de reconocer primeramente que cuando decidí viajar a la capital griega no me esperaba gran cosa, simplemente quería huir del febrero muscovita por una semana y reponer pilas. Nada más. Sí que tenía mucha curiosidad por la ciudad, más que por Roma incluso, ciudad en la que aún no he estado. Curiosidad porque como Roma, es una de las clásicas, pero al contrario que la ciudad eterna, Atenas se lleva todos los palos. Pero todos.

Venga hombre, no puede ser, pensaba. Con tanta historia, mitología, con ese toque oriental y ese idioma tan raro donde pronuncian todas las eses tan claramente, y que parecen un conjunto de sílabas aleatorias que forman palabras que medio puedes entender… no sé, todas estas rarezas me hacían pensar que aunque solo sea por verme rodeado de todo esto, la experiencia, sin ser la hostia, tendría que merecer la pena.

– Que no tío, que aquello es muy feo.

– ¿Atenas? Una ciudad llena de pintarrajos, no vale nada.

– Sí, bueno, la Acrópolis… yyyy… mmm… sí, eso, la Acrópolis, no hay nada más.

– No pierdas el tiempo, ve directo a las islas.

– Ná de ná.

Esta es la imagen que he ido construyendo de Atenas a lo largo del tiempo gracias a los comentarios de personas a las que he preguntado, griegos y no tan griegos. Quizás por eso mismo me sorprendió tan gratamente, y tal vez debería a agradecer a toda esa gente la impresión que me transmitieron. Eso, descubrirle el gustillo a pasar 7 jodidos días enteros en una sola ciudad (que ahora por lo visto se llama slow travelling; ), e ir en temporada baja hicieron del viaje una experiencia muchísimo mejor de lo que me esperaba.

¡Aaah y la comida! Cada vez disfruto más de comer en general (no soy tan cool para decir que soy foodie), pero de viaje el placer se multiplica (slow travel foodie, para que me entiendan algunos). El hecho de poder probar cada día sitios distintos y recomendados por griegos, unido a lo barato que es, hicieron que merezca la pena pasar tanto tiempo en Atenas.

Así que para que puedas disfrutar como lo hice yo, y por si te ayudara a cambiar tu visión de una de las ciudades más infravaloradas de Europa, aquí van algunos de los sitios que más me gustaron.

Era el primer día, y empezamos pateando el barrio de Exarquía. Como no puede ser de otra manera, el primer día en Grecia te apetece tomarte un gyros. Desconozco cómo son otros, aunque los había con muy biena pinta, pero este de aquí, un tanto apartado del centro estaba super jugoso. Especial estaba también el trozanco de feta en aceite de oliva y orégano que nos pusieron de centro. Desde la terraza practiqué mi proto-primitivo griego roto que aprendí para el viaje, y a los dueños les hizo tanta gracia que nos invitaron a un chupito de tsipouros, uno de los licores típicos de Grecia. No te olvides de decir aσπρος πάτος (¡aspros patos!) al brindar.En general, ¡prueba los kafeneios! No tiene por qué ser este, el cual simplemente pongo aquí porque era el que tenía cerca del alojamiento. Un kafeneio no es más que una cafetería de las de toda la vida, simple, barata y con muchos griegos jubilados jugando a las cartas, dados, o cualquiera de esos juegos reunidos que suenan ya añejos. Por 1€ a mi me ponían un café griego tamaño Starbucks la mar de rico. Teniendo en cuenta que el tan solicitado café griego está a veces a incluso más de 2€, merece mucho la pena. Eso sí, no te esperes un sitio cuqui.Esta tiendecica enfrente del mercado tiene varios tipos de quesos feta que hay que probar, más y menos fuertes. No sólo eso, tiene un montón de otros productos griegos como aceite de oliva virgen extra, aceitunas, taramá (una especie de crema de caviar que se pone en ensaladas o tostadas y que está <insertar grosería> de gusto), panecillos y demás. Desafortunadamente no me acuerdo de los precios, pero vaya, que son precios normales, y las variedades de feta que tienen hay que probarlas. ¡No me habré desayunado tostadicas con feta y aceitunas ni ná, en Atenas!

¡Uy Klimataria! Prepárate para pasártelo bien y comer de lujo con la comida de Klimataria. De esto que terminas con la panza fuera, tocándotela (la panza) cual embarazada en pose de foto, botón desabrochado y aún así sopando lo inexistente en el plato, ávido de cualquier rastro de salsa que satisfaga tu cerebro mientras tu estómago de infla un poco más. Ambrosía, señores. Y todo esto acompañado de tu vino griego, música y a veces hasta bailes en vivo, en un local ambientado al mejor estilo isleño-mediterráneo. No es de extrañar que se llene hasta los topes. No sé si es porque fui en temporada baja, pero el local estaba lleno nada más que de griegos. Cuando hay música en vivo (normalmente los fines de semana) hay que reservar, y además se añade 3€ por persona al precio total.

La primera vez fui sin reservar y obviamente me comí los mocos, no cabía ni un pañuelo. La segunda reservé, y aún así la dueña me dijo al aparecer:

¡Uy, es verdad! Pues no me quedan sitios. Mmm… a no ser que no tengas inconveniente en sentarte con mi tío, que está ahí sentado solo, no habla ni papa de inglés pero es muy majo.

Así que con el tío fuimos. Pero realmente no cabía nadie más. Así que lo mejor es que reserves y aparezcas antes de la hora. El ambiente es divertidísimo, y la comida tremenda.

Apiana es más una tienda que un bar o restaurante. Convenientemente situada a pocos metros del mercado, es el puto mejor sitio para comprar aceitunas. Ya sea para tomar como snack por Atenas, o para traer de vuelta a casa. Tienen un montón de tipos, colores, cosechas y rellenos, y a mi me parecieron bastante mejores que las del mercado. Teniendo en cuenta que está a 2 minutos andando del mercado, no pierdes nada por probar. Yo que no soy muy amigo de las aceitunas tan amargas me zampaba las throuba (aceitunas negras pequeñas y muy arrugadas) como pipas, y las verdes rellenas de almendra como kikos. Además, lo que te lleves te lo pueden envasar al vacío, para que no tengas problemas en el avión.Dios mío tis teatrou to oteki. Este sitio es el equivalente ateniense de ir a comer a casa de tu abuela y pagar por lo que te ha costado el viaje. Fue amor a primera vista: un local muy de bar de tapas de los 90 con platos puestos en escaparate y un par de señoras al fondo cocinándolo todo, mientras grupos de griegos se juntan en la estrecha terraza a disfrutar. Lo tenía todo para mí: pinta normalucha de sitio local, pequeño y con mucha gente. No falla, es bueno seguro. Y tanto, que repetí. Los camareros simpatiquísimos, atentos de que no te falte de nada, y a pesar de que no hablan inglés hacen lo posible porque todo sea perfecto. Además todo está hecho casi al momento, es comida casera y vergonzosamente barata. Hablo de kebabs, albóndigas, ensalada con taramá, fava, gambas, feta, aceitunas, pita y otro litro de vino por unos 10€ por cabeza. Y por si fuera poco, está justo después de Apiana, antes de Klimataria, y a 1 minuto del mercado. Joder, es que más no se puede pedir. Yo casi lloré al darme cuenta de que algo tan sabroso podía ser tan barato. Con lo que pago en Moscú…

En un callejón un tanto aleatorio pero céntrico se esconde este local que se especializa en marisco. Con decoración marinera, en O Atlantikos se come también de miedo, y cuesta creer que sea así por tan poco dinero. Tienes desde tapas como feta, a platos como sardinas a la parrilla, fritangas de pescado y gambas, souvlaki de atún, dorada, salmón, etc… Allí tienen también un vino griego interesante a la par que extraño, el Malamatina, vino blanco que se hace con resina de pino.

Aviso de antemano de que a este no llegué a ir, pero sin embargo nos lo recomendaron varias veces. Está un poco más apartado que los demás y es una taverna con comida casera. Pasé un par de veces por allí, pero ya sin hambre, así que nunca lo llegué a probar, pero sí me quedé con las ganas. Si estás un domingo paseando por el mercado de baratijas que hay al lado y tienes hambre, es la ocasión perfecta para probarlo. Es un restaurante familiar y por lo visto los griegos se pirrian por sus chuletas de cordero.Seychelles supongo que recibe su nombre por lo de ser una isla en medio de la nada. Y es que Seychelles está muy bien para el barrio chungo en el que está. Si bien la zona da un poco de respeto (barrio de inmigrantes, camellos y prostitutas), yo no tuve ningún problema en ningún momento, ni siquiera por la noche (mi alojamiento estaba por allí). Allí probé un queso griego que no había probado nunca antes (Skotiri, de la isla de Íos), dolmas (carne picada especiada envuelta en hojas de parra) y pulpo, todo bastante rico. La verdad es que todo parecía producto fresco, el servicio fue muy rápido y el local es acogedor. No pilla muy lejos del centro, así que si te quieres salir un poco de lo más visto de Atenas, le daría una oportunidad a Seychelles.

Y llegamos a la última recomendación de la lista, que es el bar de Brettos. No soy de ir a esos bares recomendadísimos en páginas tipo Trip Advisor, porque al final lo que te encuentras es de todo menos gente local, y precios hinchados. Y si bien es cierto que este bar es algo más caro que cualquier bar ateniense medio, su variada carta y el hecho de que lo producen casi todo ellos mismos lo hace muy especial.

Está el hecho de que el sitio es especialmente bonito, lleno de coloridas botellas con sus propios licores y, diría que lo que más me gustó, es Chris (o como quiera que se escriba en griego), el simpatiquísimo barman con el que terminamos haciendo migas y nos dio todo tipo de recomendaciones, tanto para comer, como para beber, salir, viajar, por Atenas y Grecia en general.

Un ambiente muy chulo, una carta variadísima (tienen sobre todo licores dulces, pero que si no te gustan tanto tienes cócteles con toques griegos) y unas meze (tapas) de queso, aceitunas y nueces de no poder parar. Fui un poco a regañadientes y terminé yendo 3 veces, así que por lo menos échale un vistazo y ya me cuentas.

 

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