Ahora Piensa en Sudamérica. Pero piensa en ella en términos de viaje. Esto es, ¿qué verías si tuvieras la oportunidad de ir, qué se yo, un mes entero a este continente tan increíblemente variado? Sin ánimo alguno de querer sonar prepotente, y como por acto telepático, los destinos que más pasan por la mente son:
- Machu Picchu
- Salar de Uyuni
- Rio, con o sin carnavales
- Perito Moreno
- Patagonia
- Amazonas
- ¿Ushuaia?
- Desierto de Atacama
No me malinterpretes, a mí también son estos los primeros que me vienen a la cabeza, y es que es normal por estar tan bien promocionados de cara al exterior. Pero como suele pasar, un continente entero no se descubre en 7 u 8 atracciones, sino que rebosan secretos y joyas muchas veces hasta desconocidas para los locales.
En este caso vamos a ver una gran maravilla que bien podría estar en la lista de arriba, y que de hecho es muy posible que no tarde en estarlo: hoy nos vamos a los Lençóis Maranhenses, en Brasil.
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Sí, sí, pero cuenta eso del desierto
La verdad es que en el título te he metido una sartá de mentiras de escándalo. Pero no va con malas intenciones, sino que en realidad es para ilustrar lo que hace a este parque nacional de los Lençóis Maranhenses tan especial. Ni es un desierto, ni está nevado. Pero lo parece. Y además tampoco está inundado. Siempre. Bueno, yo qué se, juzga tú:
Como puedes ver, parece eso, un desierto con agua y nieve. Además, está en el noroeste de Brasil, a menos de una hora de vuelo de la selva del Amazonas, y a tiro de piedra del mar del Caribe. ¿Qué hace un desierto a caballo entre la jungla y el paraíso?
De cómo llegó hasta ahí
A ver, aclaremos. No es un desierto porque llueve que da gusto. En esta zona de Brasil, Maranhão (de ahí lo de Maranheses), que está casi en el ecuador, no tienen las cuatro estaciones que tenemos nosotros, sino las más tropicales de: estación húmeda y estación seca. La húmeda va de enero a junio, y en todo un año llueve allí lo que llueve en Bilbao o Santander. Pero vaya, el grueso de la lluvia cae en la primera mitad del año.
Del interior del continente vienen dos ríos de nombres bailongos, el Parnaíba y el Preguiças (¡con pececicos voladores!), que como turistas, cuando después de serpentear por el interior llegan a la costa deciden descansar y descargan ahí sus sedimentos (esto último ya no va por los turistas. O no todos). En este caso se trata de la arena blanca que se ve en las fotos.
Cosas de la vida, en esa costa sopla mucho viento, que arrastra la arena hacia el oeste creando y dibujando bonitas y enormes dunas blancas. El viento debe soplar fuerte, y los ríos llevar sedimentos para aburrir, porque todas estas dunas se meten en el interior hasta 45 km, y algunas dunas (dunacas) llegan a los 40 m de altura.
Por último, toda esta arena blanca se encuentra reposando sobre el suelo natural de la zona, que es roca impermeable. Si recuerdas lo escrito hace tres párrafos, llueve mucho. Lluvia + dunas + viento + roca impermeable = un paisaje formidable y único que es Lençóis Maranhenses. El agua de la lluvia no consigue filtrarse a través de la roca y forma lagunas de agua dulce distribuidas por los más de 150.000 hectáreas de parque nacional. Ojo que no son cuatro lagunas, sino más de 9.000. Por si fuera poco interesante, todo está en constante cambio. Claro, el viento no dejó de soplar cuando asombrado vió la maravilla que le había salido. Además, tras la estación húmeda viene la seca, en donde la mayor parte del agua como vino se va, evaporándose y continuando su viaje por el mundo en nube.
En todo este trasiego de agua p’arriba, agua p’abajo, los ríos llegan a conectarse con las lagunas, y en las que no llegan a secarse del todo se desarrolla vida pecil. De peces, vaya. No contaría esto si no fuese por culpa del pez tigre, o pez lobo (Hoplias Malabaricus). Quien le puso los nombres tenía la idea en mente, pero le costaba elegir entre animales por lo visto. En realidad tiene montones de nombres más (tararira, guabina, mondiah), pero no tienen el tirón de tigre o lobo. Lo curioso de este pez, que no sólo se encuentra aquí, es que puede respirar aire. Cuando se seca su laguna el tío no quiere saber ná de nadie, se entierra en el barro y así pasa la temporada otoño-invierno. Claro, sale del letargo raquítico y diciendo aquello de me comería un caballo (de hecho es carnívoro y tiene dientes). Y de hecho conforme se va hinchando a comer se va relajando y se vuelve más pesado en sus movimientos hasta echarse de nuevo su siesta de meses. Yo no sé a vosotros, a mí me cae bien.
El mejor momento para ir es de julio a septiembre, que las lluvias ya habrán parado y las lagunas están en su máxima capacidad antes de volver a secarse. No te confíes mucho con el viento y el gustico que te da en los pelicos de la barbilla, cuando te caigan más de 35ºC durante horas sin una mísera sombra y con el sol reflejándose en arena y agua te vas a acordar del sol y de toda su familia de astros. Hace calor y te hará falta crema solar. Lo digo por si toca hacer trekking ese día, que la gente se levanta a las 3:30 – 4:00 de la mañana para evitar sentirse en una barbacoa.
Llegar y no perder la cabeza
¿Y cómo se llega hasta aquí? Bueno, hasta ahora he contado la parte bonita, ahora viene la monstruosa. Acceder es un poco complicado porque no se permiten vehículos a motor. Pero vamos a ver las formas menos y más difíciles. Si no te quieres complicar mucho la vida te vale con aterrizar en São Luís (más cerca) o en Fortaleça y de allí pillar un autobús que te deje en Barreirinhas. Esta última es la ciudad desde donde salen todas las excursiones a Lençóis Maranhenses… de un día. Son tours organizados, y por unos 35-40€ te llevan en 4×4 hasta el interior del parque para que veas unos pocos lagos y a las 9 de la noche estés de vuelta en tu evidentemente inflado de precio hotel de Barreirinhas. Mucha carretera (se sale de Barreirinhas a las 4 de la mañana) y mucha prisa para ver un sitio al que habría que dedicarle tiempo, aunque sólo sea para meditar y ser consciente de dónde se está. Pero claro, es la opción fácil.
La chunga puede llevar hasta 48h si se te juntan una serie de catastróficas desdichas (en inglés). Consiste en entrar por otro sitio y evitar Barreirinhas a toda costa (también en inglés): De São Luís hay que llegar a un pueblo llamado Sangue y de ahí hacerte hueco en un camión 4×4 que te deje en un pueblecico llamado Santo Amaro, aún a dos horas del parque. Interesante para ver pero poco más, en cuanto llegues preguntas en las pousadas por alguien que te lleve al parque (pagando, claro, a no ser que te hagas amigo de alguno). Lo bueno de esta opción, aunque más pesada y larga, es que es más barata, evitarás a los turistas del lado de Barreirinhas, y además tienes todo el parque a tu disposición, amén de rutas de senderismo (no hay que perderse Queimada dos Britos, 8 horas de ruta desde Santo Amaro, y es una comunidad que vive allí en cabañas de palma) por las dunas blancas y las lagunas.
El acceso al Parque es gratuito, lo que te puede costar dinero son los transportes en 4×4 de una laguna a otra. Piensa que son muchos kilómetros de naturaleza, que aquello no es una granja. Una vez allí ya te puedes quedar el tiempo que te dé la gana, ya que nada te prohíbe echar la tienda de campaña allí. Eso sí, coge provisiones como si fuera el fin del mundo, el punto de abastecimiento más cercano es (¿cuántas veces habré escrito ya el nombre?) Barreirinhas. Y con abastecimiento me refiero a que no hay ni agua, y a no ser que seas un Bear Grylls de la vida, la de las lagunas no te la vas a beber.
Por último, si se viene con tiempo, se recomienda y mucho, si vas con la intención de evitar (suspiro) Barreirinhas hacer noche en Atins, un pequeño pueblo costero desde donde puedes hacer excursiones en barcas por el río o ver también otras tantas lagunas.
Desde luego quien ha ido ha puesto este sitio como uno de los destinos imprescindibles que uno debe visitar en la vida. La conjunción de elementos en principio tan dispares como el desierto y el agua azul cristalina hacen de este sitio un lugar idóneo para perderse y olvidarse de cómo es nuestra vida en casa, ¿no crees?